Informe redactado en forma de diário por el Uffz. Eberhard Thomas (2./Panzer-Regiment 6), antiguo miembro del 'Panzer-Gruppe Drohne', sobre las experiencias realizadas como Kradmelder (mensajero en motocicleta) entre Septiembre de 1937 y Febrero de 1938 en la Guerra Civíl Española.

Notas:
Tras su regreso a Alemania, no anterior a Enero de 1939, el condecorado con la Cruz Española en Bronce con Espadas Unteroffizier Eberhard Thomas se reincorporaría al Panzer-Regiment 6. Tras resultar herido en el Frente del Este a finales de Julio de 1941, al ya ascendido a Feldwebel Eberhard Thomas se le concedería la Medalla de Herido en negro. A partir de ese momento pierdo todo rastro de este soldado.

 

Eberhard Thomas







Experiencias en España
de un antiguo miembro del 'Panzer-Gruppe Drohne' / 'Legion Condor'



Bergen (campo de entrenamiento de tropas en Lüneburger Heide - Agosto 1937.

La 2./Panzer-Regiment 6, Neuruppin, asignada a la 3. Panzer-Division y cuyas unidades habían sido acuarteladas por toda la zona de Berlín, se encontraba en el campo de entrenamiento de tropas en Lüneburger Heide para realizar entrenamientos a pequeña y gran escala con vistas a la prevista maniobra de otoño de la Wehrmacht y a la que iba a asistir Mussolini, Duce del imperio italiano.

Un mediodía, a finales de Agosto, el Oberfeldwebel Darsow solicitó que acudiera a su oficina ¿Qué habrá pasado? fué mi primer pensamiento, pues cuando alguien era enviado a la oficina generalmente había cometido alguna infracción. Al no tener ningún sentimiento de culpabilidad me dirigí con tranquilidad a la sagrada oficina. El Oberfeldwebel se encontraba en medio de la habitación y sonrió al verme llegar.

Tras ordenar a su secretario abandonar la oficina y yo haberle saludado según el reglamento, el Oberfeldwebel preguntó: "¿Le gustaría ser trasladado?". Tras darle a entender que no era mi intención abandonar a mis camaradas y que además probablemente no fuera yo el peor soldado, pues cinco semanas antes había finalizado un curso de aspirantes a suboficial, me dijo que el traslado sería en dirección sur, que esta era una cuestión confidencial y que recapacitara. Al pensar que se trataba del sur de Alemania, pues había escuchado que ahí estaban formandose nuevos regimientos acorazados, acepté la propuesta. Posteriormente me acompañó a la oficina del jefe de la compañía, Hauptmann von Heimendahl, quien me dió más detalles sobre el traslado, entre otros que el objetivo final sería España. Debido al juveníl entusiasmo de poder conocer otras personas y sus costumbres así como a la posibilidad de absolver mi bautismo de fuego como futuro soldado profesional y carrista de nuestra joven Arma, acepté inmediatamente.

El fín de semana regresé una última vez a casa de mis padres con el objetivo de poder despedirme en silencio de ellos, pues se nos había prohibido hacer ninguna referencia al futuro comando. Al regresar tuvimos que superar un exhaustivo exámen médico y posteriormente los tres (Feldwebel Wacker de la 8./Pz.Rgt. 6, Unteroffizier Falkenthal de la 3./Pz.Rgt. 6 y yo, Gefreiter y con 21 años el más joven) nos pusimos en marcha.

En primer lugar nos dirigimos a nuestra guarnición en Neuruppin, donde entregamos todas las pertenencias del ejercito que todavía poseíamos y donde nos hicieron fotografías para los pasaportes. En la cantina bebimos unas copas de despedida y a la mañana siguiente tomamos el primer tren para Berlín. Ahí nos dirigimos en taxi hasta el Reichs-Luftfahrminiterium, lugar donde debíamos presentarnos puntualmente. Esperamos frente a la oficina del Sonderstab W (Willberg) del Major von Kameinsky. "El soldado espera la mitad de su vida" dice un viejo refrán. Finalmente se nos permitió a nosotros y algunos civiles y soldados entrar en la oficina. Ahí, tras haber sido cesados oficialmente de la Wehrmacht, se nos dieron más detalles sobre nuestro destino en el soleado sur. Posteriormente fuimos transportados en autobús hasta el aeródromo militar de Gatow, donde se nos entregó vestimenta civíl así como un anticipo financiero (50 RM) que consumimos durante nuestra última salida por Berlín. Tras enviar a casa un último paquete con pertenencias privadas y vestirnos con el denominado "traje Max Wikler", fuimos con otras 17 personas transportados en autobús a la estación de ferrocarríl de Berlín-Lehrte. Para nosotros había sido reservado un vagón en el tren-exprés en dirección Hamburgo. Nuestra "empresa" nos enviaba a Helgoland, esto era lo que debíamos argumentar en caso de ser preguntados.

Nuestro comando 'Maniobra de Invierno Hansa' (Winterübung Hansa) comenzó el 09.09.1937 con la marcha de Berlín a Hamburgo. Al mediodía alcanzamos puntualmente Hamburgo, donde abandonamos la estación en pequeños grupos para dirigirnos a una pequeña pinaza que debía transportarnos al buque. Tras un tiempo de marcha y poder observar los primeros astilleros y grandes barcos en el puerto de Hamburgo, alcanzamos nuestro buque de carga de 5.000 toneladas "Golfo de Panamá", donde a las 17 horas se nos asignaron los camarotes donde pasaríamos los próximos días. Tras disfrutar de una excelente cena de bienvenida nos retiramos a nuestras literas.

Durante toda la noche el buque fué cargado, algo que notamos desde su interior, pues el cabrestante de vapor no paró de funcionar cargándo cajas de munición, bombas, granadas de mano y otro equipo militar. Al día siguiente, domingo 10.09.1937, todo estaba listo para partir. Al subir a cubierta observamos entre otros 2 aviones y 3 vehículos de radio-comunicaciones. Posteriormente se nos ordenó abandonar la cubierta.

A las 12.00 horas del mediodía se levantaron las anclas, 2 barcazas nos remolcaron fuera del puerto e iniciamos la marcha a través del Elba. Las personas que se encontraban en el dique nos despidieron con el saludo alemán; no podían imaginar a dónde nos dirigíamos, pues nuestro buque tenía izada la bandera de Panamá. Al anochecer pudimos observar el faro de Roter Sand y en la oscuridad pasamos Helgoland. Dos días más tarde alcanzamos el canal, donde buques costeros de la marina real inglesa nos observaron con desconfianza; tuvimos que abandonar la cubierta por precaución, pues un buque carguero no transporta pasajeros. Teníamos la sensación de ser piratas.

Navegamos toda la costa francesa y al quinto día la proximidad a Vizcaya nos fué anunciada por un fuerte viento. El buque se movía de un lado al otro, los pasajeros tambien. Con una fuerza de viento del nivél 11 Neptuno nos recordó que eramos ratas terrestres. Con fuertes mareos todos nos refugiamos en nuestros camarotes, mientras el macabro cocinero nos invitaba a comer.

El sexto día alcanzamos la posición donde un buque de guerra nacional-español debía apresarnos. Debido a que por la tormenta del día anterior habíamos llegado con un día de retraso, no encontramos a nadie, excepto un par de delfines que jugueteaban alrededor del barco. Entretanto habíamos cambiado el nombre del buque, que ahora se llamaba "Maravi". Tras esperar toda la tarde, nuestro capitán decidió finalmente atravesar por cuenta própia las barreras de minas. Hasta medianoche esperamos en cubierta impacientes por lo que iba a suceder los próximos días.

Por la noche, alrededor de las 2:00 horas, alcanzamos la entrada del puerto de Vigo, donde una patrullera nos obligó a detenernos. Intentos de explicar nuestra presencia mediante mensajes por megáfono en un deficiente inglés no tuvieron éxito, motivo por el que desde la patrullera apuntaron los cañones hacia nuestro buque. Tras lograr despertar a nuestro traductor, este pudo aclarar la situación y se nos permitió avanzar a la bahía y posteriormente anclar. A las 6:00 horas de la mañana un controlador español subió a bordo y con su ayuda, de forma lenta pero segura, nos aproximamos al puerto de Vigo. A derecha e izquierda debían encontrarse altos sistemas montañosos, pero estos eran invisibles debido a la espesa niebla. Al mediodía, tras haber alcanzado el muelle, la niebla se disipó y entonces sí que pudimos observar las empinadas montañas ¡Habíamos llegado a España!

Tras abrir las compuertas trabajadores del puerto de Vigo empezaron lenta y despreocupadamente a descargar la munición. Todos eran morenos, tenían la piel quemada por el sol, negras barbas y una altura media. Un soldado que hacía guardia en el muelle, sentado sobre un muro, se liaba un cigarillo mientras su fusíl descansaba transversalmente sobre sus muslos. Todo lo que habíamos visto en esos primeros minutos era totalmente nuevo y parcialmente incomprensible para nosotros. Debe uno primero conocer las singularidades del español, entonces todo se vé a través de una luz completamente diferente.

Para que no olvidaramos a nuestro médico todos recibimos una inyección contra la fiebre tifoidea, la segunda, pues en Gatow ya nos habían dado la primera, así como otra inyección contra la malaria. Tras la cena se nos entregaron panes con mantequilla como ración de marcha.

Al anochecer un vagón se acercó a nuestro barco. Tras incorporarnos en él se nos ordenó bajar las persianas de las ventanas. Posteriormente nuestro vagón fué acoplado a un tren de tránsito y tras superar dos ó tres estaciones se nos permitió abrir las persianas de las ventanas. La gente, que debido a nuestros cabellos rubios naturalmente nos reconoció rapidamente, gritaba maravillada: ¡viva Alemania! En las estaciones intercambiamos cruces gamadas por enseñas falangistas, monedas por insignias u otros recordatórios y sonreíamos porque no entendíamos nada, a no ser que nuestro traductor interviniera.

Nuestro tren avanzaba cuesta arriba, en ocasiones remolcado por dos locomotoras, despues cuesta abajo con una increible velocidad a través de altísimos puentes y oscuros tuneles. A través de León alrededor del mediodía nos acercamos a Burgos.

A medio camino, en una estación, un chavál de entre 8 y 10 años de edad subió a nuestro vagón. Tenía una caja bajo el brazo y mediante señas nos dió a entender que nuestras botas estaban sucias y sin detenerse empezó a pulirnos las botas; de nuevo algo totalmente desconocido para nosotros. Entretanto habíamos alcanzado la estación de Burgos, donde un camión que nos esperaba nos transportó a nuestro campamento de tránsito en un seminario. Una masa de niños que corría detrás del camión nos gritaba cosas para nosotros incomprensibles. Los camaradas que nos recibieron, nos explicaron entre risas que les entregaramos las cajetillas de cigarrillos de metal vacias pues los españoles unicamente conocían cajetillas de cigarrillos de papel. Por la tarde nos dividimos en varios grupos a los que se unieron camaradas que ya llevaban un tiempo en España y nos enseñaron la ciudad.

A la mañana siguiente continuamos la marcha, esta vez con un gran camión Büssing y unicamente los camaradas pertenecientes al arma acorazada y al ejercito de tierra. En Valladolid hicimos una pausa con el objetivo de cargar recambios de un almacén que se encontraba en la localidad. Posteriormente la marcha continuó en dirección sur a través de Avila y una multitud de curvas hasta la Sierra de Gredos (2.660 metros de altura), el río Alberche, las localidades San Martín y Navalcarnero, hasta que finalmente alrededor de las 20:00 horas alcanzamos la pequeña localidad de Cubas, donde el 'Gruppe Drohne', bajo el mando de su comandante Oberstleutnant von Thoma, había establecido su cuartel general. Totalmente empolvados avanzamos por las estrechas calles del pueblo hasta alcanzar el cuartel del estado mayor, una villa, donde fuimos recibidos con gritos de júbilo en alemán. Habíamos alcanzado nuestro objetivo provisional.

Incapaces de responder a las muchísimas preguntas que nos hacían los camaradas, de repente empezaron a aparecer rostros conocidos: oficiales, suboficiales y tropa del regimiento acorazado en Neuruppin y que desde Noviembre de 1936 se encontraban lejos de la patria cumpliendo aquí con su deber. Pude reencontrarme con mi antiguo cabo, Unteroffizier Abraham, así como con Höhno, Bartholomäi, Fude, Erdmann, Kurth, Paul, Gäde, Kramer y muchos otros. Algunos de ellos trajeron un saco de cuero, denominado "bota", una estructura formada por cuero de cabra, con un tapón de madera y que contiene vino. Para beber de la "bota" esta se alza con las manos, con una mano se aprieta el saco para comprimir el líquido y entonces el chorro de vino expulsado a través de un pequeño orifício en el tapón llega hasta la boca. En el transcurso de este acto de bienvenida nos divertimos muchísimo. Yo no logré que el chorro de vino alcanzara mi sedienta boca, acabando este siempre sobre mi chaqueta, lo que provocó muchísimas carcajadas. Este divertido acto de recibimiento con los novatos lo repetiríamos con frecuencia. Al anochecer fuímos invitados por los viejos "españoles" a los que tuvimos que explicarles todo lo que había sucedido en la patria. Al día siguiente fuimos vestidos, es decir, se nos entregaron uniformes, si bien en color caqui, y boinas negras con una calavera y bajo ella una cruz gamada como distintivo. Gracias a las boinas podíamos ser reconocidos como carristas, pues el resto de unidades de la 'Legion Condor' habían sido equipadas con gorras de campaña ó gorras "Schiffchen".

El jefe del campamento de instrucción de carros de combate y cañones anticarro en Cubas, Hauptmann Jansa, se encontraba ausente, de modo que fué el Leutnant Senff von Pilsach quien nos recibió. Wacker, Wehmann, Poloczek, Koch, Kasimiers, Blaich, Schmalland, Nagel, Utpatel, Fiedler y Falkenthal se quedaron en Cubas ó bien fueron transferidos a la 3. compañía, que combatía en Asturias. Yo fuí asignado al frente del este, que se encontraba en Zaragoza.

Cuatro días más pude convivir con el resto de los camaradas y conocer la para el grupo "Imker-Drohne" entretanto sagrada localidad de Cubas. Despues subí a un camión Opel junto con el Oberzahlmeister Franzbach y Gustav Bätz; nos acompañó el Gefreiter Nagel, de la compañía de transporte, que debía transferir una nueva motocicleta, motivo por el que tuvimos que realizar nuestro viaje a una velocidad de caracol de 30 Km/h.

El primer día avanzamos hasta Avila, cuyas imponentes murallas ya había conocido durante mi marcha entre Burgos y Cubas. Esta ciudad desplaza a cualquier visitante a la Edad Media. A la mañana siguiente reanudamos la marcha y hasta la tarde alcanzamos Segovia. Visitamos la ciudad y subimos a la alta torre de la catedral, desde donde se tenía una bonita vista a la fortaleza (Alcazar). Más tarde visitamos un mudo testigo de la cultura romana, el viejo acueducto, que atravesaba transversalmente el valle hasta adentrarse en la ciudad.

Al día siguiente partimos muy temprano, pues el trayecto de marcha previsto para este tercer día era el más largo. Y así alcanzamos Soria al anochecer. Muertos de sueño por el largo trayecto de carretera nos fuimos temprano a dormir.

El cuarto y último día avanzamos a través de Calatayud, donde visitamos una vieja torre de vigilancia árabe y las casas cuevas que habían sido cavadas en la roca, sobre buena carretera hasta Zaragoza, atravesamos la ciudad a lo largo del río Ebro hasta alcanzar los cuarteles. Tras realizar una corta pausa nos dirigimos a Sobradiel, una pequeña localidad situada a 12 Km de distancia donde se habían establecido la compañía de transporte y un comando de Cubas formado por 1 oficial y 7 soldados, comando al que yo había sido asignado. Me presenté junto a Bätz ante el Oberleutnant Bothe.

Aquí volví a encontrar a viejos conocidos de Neuruppin. Entre nosotros se encontraban Rüst, Oberfeldwebel y jefe contable, Günther, suboficial de abastecimiento, Görlitzer, conductor, Sparberg y Lache, motociclistas mensajeros, Fertsch, conductor de ambuláncia. Bätz asumió el Opel-Blitz y yo debía reemplazar a Sparberg, que 2 - 3 semanas más tarde regresaría a la patria.

En la compañía de transporte, liderada por el Betriebsleiter Schrüfer, se encontraban Mirfanger, Nagel, Kallmeyer, Rudolf, Janne, Schmidt, Richter, Rusch, Dienemann, el montador Schmidt y el Oberfeldwebel Wendt, además de un español llamado Pedro, persona muy tranquila y amable en la función de mecánico.

En Sobradiel aprendí muchas cosas, sobre las personas, sobre el idioma así como sobre mi futura actividad. Los siguientes días Sparberg me acompañó a todos los lugares, me presentó a diferentes oficiales españoles de las compañías acorazadas, me enseñó los diferentes sectores del frente así como los más importantes edifícios y la estación de radio de Zaragoza, el cuartel, etc. Por las noches me acompañaba al bar del pueblo, donde conversabamos con los agricultores, que se esforzaban para que aprendieramos el idioma lo más rápido posible.

Entretanto había asumido mi motocicleta, una BMW de 750 cm3 con sidecar, con la cual en compañía de un traductor recorríamos los sectores del frente en Leciñena, en lo alto de la montaña, Fuentes de Ebro ó Belchite y donde interrogabamos a los españoles, dibujabamos mapas y estas informaciones sobre el frente eran diariamente comunicadas a través de la estación de radio de Zaragoza al estado mayor de la Legion Condor. Por este motivo diariamente, por la mañana y por la noche, una motocicleta tenía que marchar a Zaragoza. En el transcurso de estas marchas pude observar lo que sucedía en la capital de Aragón, Zaragoza: barricadas de sacos de arena en las columnatas de las calles y multitud de señales con la rotulación "Refugio" constataban que aquí en ocasiones sonaban las sirenas de ataque aéreo. En las calles podían verse carretas entoldadas tiradas por mulas y cuyas dos ruedas en ocasiones alcanzaban el tamaño de una persona. Estas carretas estaban cargadas con frutas, arriba del todo se encontraban sabrosos melones de fabulosos colores verde y amarillo. En el mercado destacaban especialmente los vendedores de goma, que a partir de viejos pneumáticos manufacturaban y vendían sandalias. En las aceras en ocasiones podían encontrarse vendedores de castañas. Un fenómeno frecuente era tambien la "Guardia Civíl", policía en uniforme verde oscuro, una capa negra con interior rojo y un sombrero de vinilo, cuyo ala trasera se encuentra doblada hacia arriba. Esta policía controlaba el transporte de mercancias, los pesos así como el cumplimiento de las disposiciones sobre precios y cubrían además una gran misión como policia militar. Eran una de las tropas de Franco más fiables, mejor equipadas y habían sido excelentemente instruidas. La policía de tráfico en cruces de carreteras estaba equipada con cascos tropicales blancos y herrajes de latón, guantes blancos y uniforme azul.

Soldados de permiso paseaban en sus descoloridos uniformes por las avenidas. Gorras de plato color caqui de la infantería junto gorras fez de color rojo ó turbanes blancos de los infantes marroquies. Los oficiales del "Tercio" de la legión extranjera española vestían uniformes marrones con una gorra de plato verde con ribete rojo. En la catedral pude observar que todas las mujeres y muchachas tenían la cabeza cubierta, no por sombreros, sinó por velos típicos del país ó un pañuelo sobre el vestido negro. Otra llamativa imágen eran las 2 bombas rusas de 50 Kg colocadas como memorial sobre las columnas del altar. La iglésia había sido levantada en honor a la "Virgen del Pilar", la patrona de Zaragoza y es uno de los lugares de peregrinación más visitados, pues en la catedral se guarda una piedra negra milagrosa. Las personas abarrotaban los tranvias como racimos de uvas, algunas incluso se encontraban en las zonas de enlace entre vagones. En todas las esquinas y plazas podían encontrarse limpiadores de zapatos y por la noche podian escucharse los gritos de los repartidores de periódicos. La hora de la cena es, según nuestro concepto, bastante tarde, pues la mayoría de restaurantes no abren hasta las 21:00 horas. Los viernes eran los días del "plato único", un estofado al estilo alemán. Generalmente se puede comer muy bien y pudimos probar alimentos que desconocíamos, p.e. olivas, calamares, ancas de rana, caracoles. Los panecillos eran entre 4 - 5 veces mayores que los nuestros. Apenas existía mantequilla, en cambio casi todo se cocía y freía con aceite de oliva. El pan grís no se conocía, unicamente el blanco. Como es natural se comía frecuentemente pescado en todas sus variaciones así como maravillosas frutas. Las uvas eran muy grandes y extraordinariamente dulces. El vino podía encontrarse sobre cualquier mesa y podía beberse durante la comida sin tener que pagarlo, como hacemos nosotros con el agua.

Estos días comenzó un gran periódo de lluvia que a unos 800 metros de nuestro pueblo convirtió al Ebro en una desgarradora masa de agua. Cada día subíamos a un tejado, que como la mayoría de los tejados en el sur era muy plano, para observar el terreno con los prismáticos y controlar el nivél de las inundaciones. Cuando Sparberg y yo fuímos enviados a recoger el correo a Tafalla (260 Km) tuvimos que hacer un rodeo de aproximadamente 160 Km a través de Logroño porque no encontramos ningún puente sobre el Ebro que pudieramos cruzar, pues todas las carreteras de acceso a los puentes estaban inundadas. Una vez las lluvias cesaron, el nivél del agua disminuyó rapidamente; de camino a nuestro campo de tiro en la orilla del Ebro unicamente algunos grandes charcos recordaban la catastrófica inundación.

En Sobradiel recibimos un día la orden de que la compañía de transporte entregara sus vehículos progresivamente a los españoles. Con este objetivo la compañía se trasladó a una fábrica de azúcar en Las Casetas, donde instruyó a los españoles de la legión extranjera en los vehículos, camiones de plataforma baja y puentesgrúa.

Entretanto Sparberg y más tarde Lache se despidieron de nosotros y regresaron a Alemania. Yo ya me desenvolvía bastante bien en la patrulla, pues había aprendido bastante español, a pesar de que para hacerme entender todavía tenía que emplear las manos y de vez en cuando ojear en el diccionário; pero como dice el refrán: todo comienzo es difícil y al fín y al cabo la práctica hace al maestro.

El frente se encontraba aproximadamente a 25 Km al este de Zaragoza y Fuentes de Ebro era la última localidad en poder de las fuerzas nacionales. Aquí el frente era inmóvil, a las puertas de la ciudad y separadas por una distancia de entre 600 - 800 metros se encontraban las dos líneas de trincheras. A finales de Septiembre los rojos nos habían preparado una pequeña sorpresa pero que no prosperó: una ofensiva para aliviar a Asturias. En el sector Fuentes de Ebro se lanzaron contra nuestras líneas por sorpresa aproximadamente 60 carros de combate rusos Christie. Nuestros cañones anticarro y los valerosos "Tercios" lograron destruir más de 30 carros de combate, que junto con los perdidos por errores de conducción quedaron repartidos cerca de nuestras trincheras. Una parte de estos vehículos fué destruida por los marroquies mediante "botellas de aguardiente" (llenadas con gasolina y detonadores). Durante la noche estos vehículos incendiados eran por nosotros remolcados desde tierra de nadie, reparados en el taller-acorazado y más tarde puestos a nuestro servício. Al sur de Zaragoza se perdió Belchite. En esta zona de vez en cuando se escuchaban disparos de fusíl y la artillería enemiga disparaba granadas contra la zona donde se encontraba la iglésia de Fuentes de Ebro (en esta zona tan plana las torres de las iglesias eran empleadas como puestos de observación para la artillería). Al noreste de Zaragoza el frente se encontraba en Leciñena, en las montañas. Aquí se habían creado con gran esfuerzo pequeños refugios en la roca desde donde a través de telescópios de tijera podía observarse a algún rojo en los otros picos de montaña. Por lo general esta zona era más tranquila, pues existía el acuerdo implícito: si tú no disparas, yo tampoco disparo.

Estos eran los dos puntos donde se encontraban la 1. y la 2. compañía acorazada. A finales de Octubre de 1937 la 3. compañía acorazada con nuestros camaradas alemanes fué movilizada a nuestra zona en Zaragoza. Los españoles se establecieron en los cuarteles, las tropas de acompañamiento alemanas se establecieron con nosotros en Sobradiel. En Noviembre el Hauptmann Crohn, del Pz.Rgt. 6, relevó en el mando del frente del este a nuestro hasta entonces jefe, el Oberleutnant Bothe, a quien nosotros llamabamos 'corazoncito'.

El 1. de Diciembre diferentes camaradas, yo entre ellos, fueron ascendidos a suboficial. Por desgracia para mí, esto no supuso el inmediato cese de mi actividad secundária como limpiador de botas jurado de nuestro nuevo jefe, actividad que como suboficial tuve que prolongar todavía un 1/4 de año. ¡Esto solamente podía suceder en España! A comienzos de Diciembre se unió a nosotros un nuevo oficial, el Leutnant von Levetzow, a quien yo ya conocía de la 2. compañía en Neuruppin.

Durante esos días tuvimos que abandonar nuestro bonito cuartel, un palacio (pero unicamente en el sentido español) para que en él se estableciera el estado mayor de la 'Legion Condor', pues los soldados del norte que ahora no tenían trabajo eran trasladados a la zona de Zaragoza. He olvidado comentar que tras la caída de Gijón, el 21.10.1937, tuvieron lugar manifestaciones de júbilo y vítores espontáneos. Zaragoza se hundió en un mar de banderas, bajo el júbilo de la población los desfiles militares no cesaban. En el cine, donde de vez en cuando podíamos ver películas en alemán, uno no podía practicamente quedarse sentado, pues en medio de la retransmisión aparecía la imágen de Franco, toda la gente se levantaba de sus asientos con el brazo en alto y entonces sonaban los dos himnos nacionales de España, los himnos de Italia y el de Alemania. Es lo que nosotros conocemos como el temperamento del sur.

Nosotros nos trasladamos a dos casas en Garapinillos, al borde del aeropuerto de Zaragoza. Aún y así no pasó mucho tiempo antes de que tuvieramos que volver a cargar nuestras camas plegables, pues Franco había ordenado cesar todos los preparativos para la ofensiva contra Cataluña; de este modo nuestro sector dejaba de ser zona de avance, en su lugar se había retomado el plan de avanzar contra Madrid, algo que ya había fracasado en Guadalajara (italianos).

El 12.12.1937 nuestro convoy rodaba sobre buena carretera en dirección oeste-sur-oeste hacia Calatayud, localidad que ya conocía de la marcha hacia Cubas. Era una mañana muy nublada y mientras más avanzabamos en la montaña más blanco se convertía el paisaje. De repente empezó a nevar terriblemente. A través de una carretera helada repleta de curvas, poco a poco los vehículos de la compañía de transporte alcanzaron la zona montañosa detrás de Calatayud. A las 20:00 horas, blasfemando, alcanzamos nuestro nuevo campamento en Medinaceli, a una altura de 1.140 metros. Más tarde todos nosotros recordaríamos con horror este desdichado y mísero lugar al noreste de la Sierra de Guadarrama. No teníamos ni agua ni luz eléctrica. Para lavar teníamos que derritir nieve, para poder orientarnos en nuestro campamanto durante la oscuridad se nos entregaron velas y candíles. Los siguientes días organizamos hornillos y material combustible. Para ahorrar tiempo los tubos de los hornos los conducimos al exterior a través de las ventanas, pues aquí en los pequeños pueblos no se conocían las chimeneas; en su lugar empleaban para cocinar sobre fuego abierto chimeneas con campanas y trípode. Con pico y pala cavamos sobre el suelo helado nuestro lavabo y un hoyo para los desechos de la cocina. Los carros de combate y el resto de vehículos los aparcamos bajo pórticos abovedados que rodeaban la plaza del mercado. En la era del pueblo se situó un cañón antiaéreo español de 7,5 cm y cerca de nosotros una estación de radio alemana. En la ladera existía un arco romano que se encontraba todavía en muy buen estado. Estabamos rodeados de fuertes pendientes y la única vía de acceso había sido creada unicamente para carretas tiradas por mulas. A media altura de la montaña existía una fuente, a la que cada día los motoristas teníamos que acudir para hacernos con agua para beber y cocinar. Ahí siempre había una gran afluencia de personas, pues las mujeres del pueblo acudían a recoger agua en altas tinajas de arcilla que pesaban aproximadamente 25 libras y balanceaban sobre sus cabezas; cuando necesitaban transportar mayores cantidades de agua empleaban mulas que estaban equipadas con bolsos trenzados de paja para las tinajas.

Entretanto el resto de unidades tambien habían alcanzado sus campamentos. La 'Legion Condor' se había establecido en la zona entre El Burgo de Osma y Almazán en la cuenca alta del Duero. En esta segunda localidad se encontraba el cuartel del estado mayor. Todo estaba preparado para dar el gran golpe. Habíamos iniciado nuestras patrullas en las posiciones de La Loma y Sotodosos, 30 Km al suroeste de Medinaceli y ya habíamos realizado planos sobre nuestras posiciones y las enemigas.

La madrugada del 17 de Diciembre, un día antes del início de nuestra própia ofensiva, se nos informó que el día anterior el enemigo había lanzado una ofensiva y cercado Teruel. Para poder valorar la situación debe explicarse que Teruel se encuentra al final de un alargado y terrible valle, limitado hacia el este por la cadena montañosa de Sierra Palomera, 1.500 m de altitud, y hacia el oeste por la Sierra de Albarracín, de no menos altitud. El valle se extiende de norte a sur y tiene un ancho de aproximadamente 10 Km. Al borde sur se encuentra la citada ciudad montañosa Teruel, en la confluencia del río Alfambra con el Guadalaviar ó Turia.

Desde el início de la guerra el frente transcurrió en las montañas al oeste, sur y este de Teruel, de modo que la ciudad, en lo alto de la península, se encontraba practicamente rodeada por las posiciones rojas. La noche del 15 al 16 de Diciembre de 1937 la infantería roja atravesó por sorpresa nuestras finas posiciones al este y al oeste y logró reunificarse al norte a través de la única carretera de abastecimiento en Villarquemado. Dos días más tarde la ciudad había sido totalmente cercada, pero no pudo ser tomada gracias a la heróica resistencia de aproximadamente 1.500 hombres bajo el mando del coronel Rey. Los rojos estaban deseosos de vengarse de la población. Esta era la situación. Una parte de las tropas nacionales previstas para la ofensiva fueron inmediatamente movilizadas con el objetivo de blindar la zona de incursión y reestablecer a toda costa la vieja línea del frente. Los generales Aranda y Varela asumieron el mando, de modo que el decisivo plan de ataque sobre Madrid previsto para el 18.12.1937 sería finalmente descartado.

Los italianos pusieron a disposición de Teruel toda su artillería disponible y la 'Legion Condor' movilizó todos sus cañones antiaéreos. La fiesta de Navidad tuvo lugar en este turbio ambiente invernal a una temperatura de -18 °C. El mediodía del 24.12.37, despues de realizar nuestra patrulla, fuimos relevados por otros camaradas y tras una marcha de aproximadamente 150 Km, con las manos, las narices y las orejas congeladas, nos presentamos a las 16 horas ante nuestro comandante, que había regresado a toda prisa desde Burgos con el objetivo de poder celebrar la Navidad con nosotros. Esta fué mi primera Navidad en el frente, lejos de los míos, que sin lugar a dudas estarían pensando en nosotros. A las 19:00 horas el 'Gruppe Drohne' se reunió en un aula del colegio de Medinaceli que había sido preparada con este objetivo. Para nuestra alegria desde la patria nos habían enviado un árbol de Navidad de verdad, porque en España estos arboles no existen. Ahí estaba, límpio y decorado con luces, un árbol de Navidad alemán. En el aula rudas gargantas guerreras cantaron algunas canciones de Navidad y como cada año nuestro jefe, en este caso el Hauptmann Crohn, leyó la historia de la Navidad. Posteriormente el Oberstleutnant von Thoma nos dedicó unas palabras, finalmente escuchamos en la radio a Rudolf Hess hablar a todos los alemanes en el extranjero. En nuestros pupitres todos guardamos silencio y escuchamos, nadie hablaba, cada uno de nosotros pensaba en sus cosas. Alguna escondida lágrima fué derramada. En el campamento abrimos paquetes que nos habían sido enviados desde la patria y que llevaban ya algún tiempo almacenados. Pudimos observar las insignias de carro de combate de la 'Legion Condor' que, tras 1/4 de año de pertenencia al comando sin haber cometido ninguna infracción, nos fueron concedidas esa misma noche. Bajo el terrible frío el pequeño hornillo apenas calentaba nuestra habitación. Tumbados sobre nuestras camas plegables y a la luz de las velas leímos nuestro correo de campaña y nos enseñabamos las fotografías recibidas. Los dos próximos días no tuvimos servício. Hicimos paseos por la nieve y pudimos disfrutar del sol que el segundo día de Navidad lució por corto tiempo.

Entretanto el resto de las tropas nacionales previstas para la ofensiva habían sido movilizadas, pues Teruel debía ser recuperada a cualquier precio, a pesar de que estrategicamente no tenía ningún valor. Y de este modo en el norte de Teruel, a pesar del frío y de la nieve, comenzó la batalla de desgaste. Los heróicos defensores de Teruel todavía resistían, pero pronto habrían consumido toda su munición. La fuerza aérea quedó relegada a un segundo plano pues el clima hacía imposible sus operaciones. Los ataques del ejercito no tuvieron éxito, en un primer momento no se logró ningún avance.

Y así se tomó la decisión de acabar con las soluciones tácticas provisionales y realizar una gran ofensiva. La movilización de, para la guerra española, enormes masas de soldados y material se llevó a cabo en un arco de menos de 20 Km y unicamente a través de una carretera desde el norte. Con el objetivo de poder apoyar el combate a cortas distancias la 'Legion Condor' trasladó sus grupos de cazas a Calamocha.

El 29 de Diciembre de 1937 a las 7:30 horas de la mañana, todavía en la oscuridad, bajo fuerte frío y nieve, comenzó la primera fase del baile de la muerte, preparada por el fuego artillero de aproximadamente 400 cañones, algo hasta esos momentos desconocido en esta guerra. El Cuerpo Aranda inició el ataque a las 8:00 horas, el Cuerpo Varela a las 9:00 horas, si bien como era habitual, el primer día el ataque de infantería no cumplió con las expectativas. A pesar de haber sufrido enormes pérdidas, el Cuerpo Varela apenas había ganado terreno, mientras las tropas de Aranda en algunas zonas lograron ganar 500 metros. El segundo día las cosas funcionaron mejor, al mejorar el tiempo nuestras escuadras de aviones pudieron volar y atacar sus objetivos terrestres, la puntería de la artillería mejoró gracias a la mejor capacidad de observación. En el transcurso de durísimos combates la infantería logró alcanzar la meseta al norte del Guadalaviar. En la carretera de Calamocha se logró avanzar más de 1.000 metros y hacer muchos prisioneros. Al mediodía del tercer día el General Varela asumió el mando de dos compañías y asaltó la localidad de San Blas. La 1. División de Navarra, con su comandante el Coronel Valino, avanzó hasta el molino de Teruel y ocupó los altos al sur. Tras duros combates contra carros de combate rusos se logró avanzar más de 2.000 metros en la carretera principal de Teruel. Al mediodía nos encontrabamos a aproximadamente 1.500 metros de Teruel, cuyas llamas coloreaban el cielo de rojo. Sus defensores todavía resistían. Al anochecer una tormenta de nieve cubrió el campo de batalla.

El nuevo año 1938 nos recibió el 1 de Enero con una temperatura de -17 °C. Exceptuando la intensa actividad artillera todo estaba tranquilo, la ofensiva se estancó en las posiciones alcanzadas. Al contrario, los rojos finalizaron esta primera fase de la batalla con un ataque contra el flanco este en Alfambra. Ahora ya no era posible avanzar frontalmente sin arriesgar desde Alfambra un ataque por la espalda de los refuerzos rojos. Debía aceptarse la pérdida de tiempo y primero aclarar la situación en el este del valle, en el denominado sector de Alfambra. El 7 de Enero aproximadamente 300 heróicos defensores lograron abandonar las ruinas de Teruel y alcanzar nuestras líneas, al día siguiente los restantes defensores tuvieron que rendirse al despiadado enemigo. Las tropas rojas habían minado el suelo bajo los edificios donde nuestras tropas se habían parapetado y los habían volado por los aires, como nosotros mismos pudimos comprobar en el seminário tras la liberación de la ciudad. Ahora Teruel se había convertido en un símbolo del honor de España.

Entretanto trabajabamos sin pausa en nuestros carros de combate no operativos, que parcialmente habían resultado terriblemente dañados. Entre los carristas tambien se contabilizaban muchos muertos y heridos. La legión extranjera y el cuerpo marroquí habían sufrido elevadísimas bajas.

Durante todo este tiempo nuestro campamento se encontraba todavía en Medinaceli. Nuestras patrullas en el frente duraban siempre unos días y posteriormente eramos relevados. Al constatarse que la ofensiva roja de Miaja, que trataba de abrirse camino en dirección Zaragoza, se ralentizaba y nuestro frente se consolidaba, primero a la defensiva y más tarde como punto de partida para un gran contragolpe, nos preparamos para cambiar nuestra posición y acercarla más al frente. Todavía hacía frío pero el deshielo había comenzado, cuando la mañana del 3 de Febrero abandonamos nuestro nido de montaña para dirigirnos a Ojos Negros, atravesando otros pueblos de montaña como Maranchón y Molina de Aragón. Nuestro campamento se encontraba en el hospital de una mina de hierro abandonada. Al día siguiente, junto al Feldwebel Wacker, exploramos la zona en busca de una posible vía de repliegue, pues la situación era todavía peligrosa: desde Singra los rojos habían vuelto a intentar avanzar a través de la carretera Calamocha - Teruel.

El 5 de Febrero de 1938 comenzó la ofensiva de Alfambra. Al amanecer yo me encontraba con el Leutnant von Levetzow en el sector del frente entre Monte Celadas y la carretera Calamocha - Montalbán, donde el ejercito nacional lanzó el ataque. Escuadrillas alemanas lanzaron sus bombas frente a la infantería marroquí, los cazas realizaron ataques a baja altura. Al mediodía se pudo constatar en toda la línea del frente una feroz resistencia enemiga y que unicamente en nuestra zona se estimaba en hasta seis divisiones. De este modo quedaba demostrado que los rojos habían llevado a cabo todos los preparativos para cerrar el saco de Teruel con todo lo que se encontrara dentro de él.

Al día siguiente, el 06.02., se repitió el escalofriante espectáculo, la fuerza aérea empleó más aviones y lanzó sobre las posiciones enemigas mayores cantidades de bombas. Al notar que el enemigo empezaba a replegarse, la preparada caballería del Cuerpo Yagüe lanzó un ataque transversal a través del valle hasta alcanzar la montaña. Los días 06.02. y 07.02. ataques a baja altura de escuadras alemanas estorbaron los movimientos de repliegue de los rojos. El enemigo abandonó la orilla oeste de Alfambra y Sierra Palomera. La segunda fase de la batalla por Teruel se saldó con la captura de abundante material de guerra y 10.000 prisioneros. Tras los combates visité con el Oberstleutnant von Thoma las posiciones rojas: no pudimos más que asombrarnos de como en un tan corto periódo de tiempo los rojos habían convertido los alrededores de Teruel en una verdadera fortaleza; en la construcción de búnkers y la realización de voladuras el otro bando contaba con verdaderos especialistas. Durante la corta pausa de la que disfrutamos, para dar descanso a los hombres y reparar el material, nos establecimos en un campamento en Minas de Ojos Negros. El estado mayor 'Imker' había establecido su cuartel en un pueblecito a 2 Km de distancia, donde tambien se encontraba una estación de radio. Nuestra cocina abastecía a la muy pobre población civíl y las María, Antonia, Mercedes y como se llamaran las mujeres del pueblo limpiaban nuestra ropa a cambio de la entrega de jabón y algo de dinero. Los españoles no tardaron en darse cuenta que nosotros eramos los más importantes consumidores de huevos de gallina y nos irritó muchísimo que nuestros hermanos de los cañones antiaéreos, estacionados a un par de kilómetros de distancia, pagaran más por ellos que nosotros, razón por la que las agricultoras se los vendían todos a ellos.

En la localidad Ojos Negros un domingo pedimos en un bar de pueblo 'arroz'. Una gran sartén rellena con aceite de oliva, arroz, tomate y carne. Cuando todo empezaba a cocer no debía tocarse nada. Se trata del plato nacional español y está buenísimo. Tras beber algunos vasos de vino tinto otros camaradas se unieron a nosotros. Como pronto volvímos a tener hambre pedimos pollo con patatas. Aquí no nos faltaba de nada, en el frente en cambio generalmente solo había sardinas en aceite y pan blanco. Nuestro campamento en el hospital de la mina estaba formado por muchas pequeñas habitaciones, en cada una de ellas solamente había sítio para 4 personas. Aquí teníamos electricidad, de modo que en las pausas podíamos escuchar la radio. Las guardias por las noches las hacíamos con dos hombres y tenían una duración de tres horas. Una noche en este campamento hicimos prisionero a un rojo que aparentemente se había fugado.

Entretanto habíamos alcanzado el 17 de Febrero y la fase final en Teruel había comenzado. Al ya no haber nieve nuestras compañías acorazadas limpiaron el camuflaje de cal de los carros de combate. Tras la preparación artillera y el potente lanzamiento de bombas por parte de nuestras escuadras de combate logramos cruzar el río Alfambra y avanzar 2.000 metros. Debido a las características del terreno nuestros carros de combate se encontraban atados a la carretera. Los dos días siguientes, el 18 y el 19 de Febrero, tuvo lugar un memorable combate por el control del cementerio situado al noreste de la ciudad de Teruel. Nuestros aviones apoyaron continuamente los combates, en los que parcialmente participaron más de cien aviones própios y enemigos. El cementerio cambió en varias ocasiones de propietário hasta que, tras haber tomado nuestras banderas la localidad de Santa Barbara y el pico del Mansueto, los rojos se retiraron a las ruinas de la ciudad, que por primera vez en esta guerra había sido bombardeada por nuestros 'Stukas'. Al día siguiente, el 20 de Febrero, alcanzamos la línea de ferrocarríl Teruel - Valencia, donde pudimos darnos la mano con fuerzas del Cuerpo Varela, que avanzando desde el sur de Teruel habían logrado atravesar el Guadalaviar. Los valientes defensores rojos estaban atrapados, y al constatar que el ruido de los combates se desplazaba hacia el sur en la meseta del Castellar, y que la caballería marroquí y la masa del Cuerpo Varela avanzaban sobre Teruel, su resistencia se desmoronó. El 21 de Febrero, tras terribles sacrificios de sangre en ambos bandos y la captura de muchos miles de prisioneros, Teruel fué tomada. Las brigadas internacionales de Lister y Campesino habían sido destruidas, Teruel vengada y la honra de la España nacional restituida.